En estos días estoy leyendo el libro de Patrick Lencioni "Las cinco disfunciones de un equipo". En él, el autor cuenta cómo cinco características importantes pueden poner en riesgo la eficacia de un equipo.
La primera de ellas es la confianza en los otros miembros del equipo, y la confianza se construye desde la vulnerabilidad, desde esa capacidad que tenemos los humanos de abrirnos a contar aquello que somos en realidad, esas partes nuestras menos bonitas pero quizá más honestas. En el seno de un equipo, ser vulnerable significa mostrar cuales son tus habilidades, pero también cuales son tus debilidades. Mostrar tu cara B puede resultar incómodo, pero es algo que puedes hacer con una pequeña dosis de valentía. Lo que es más difícil y nos suele hundir, es el hecho de que el contenido de tus miedos sea utilizado como materia para una crítica feroz hacia ti y tu forma de hacer.
En el ámbito organizacional, hay muchas ocasiones en las que sentirse seguro significa cerrarse. A mí también me ocurre en lo personal. Antes de abrirme a contar cómo soy o lo que hago, mido, exploro e incluso analizo a quien tengo frente a mí. Está claro que caer bien a todo el mundo es algo imposible, pero yo me empeño en mostrarme poco a poco, sin ahondar en temas que pueden ser conflictivos o que puedan alejar a la otra persona. Este camino a veces tortuoso, hace que algunas personas se queden y otras se vayan. Es un poco como la ley de la naturaleza, siempre equilibrando los sistemas.
Pero la empresa es un espacio donde muchas veces tenemos que vivir esta coyuntura, y tenemos obligación de trabajar codo con codo con alguien a quien no le confiaríamos nuestros secretos. Por eso la vulnerabilidad es un concepto que debe ser compartido por todos los miembros de un equipo. Todos debéis hacer el esfuerzo de mostrar aquello que sois, lo que más os gusta y también lo que menos. Mostrarse desde ahí os puede dar mucha fuerza como grupo y os puede lanzar definitivamente hacia el éxito como equipo.
Cuando puedes ver a las personas de tu equipo más allá de su rol, de su cargo o su desempeño, la estarás mirando como lo haces contigo. Verás todo de ella, sus fortalezas, lo bueno que es en determinado trabajo, y también que puede equivocarse y fracasar al igual que tú. Y son estas zonas más oscuras, esas zonas que de repente hacemos más visibles hacia el exterior, las que nos acercan más a los otros. Y es ese momento en el que la confianza empieza a crecer.
Hace unas semanas escribí un post (que puedes leer aquí) sobre las empresas que se forman entre parejas. Y contaba que lo más probable es que ambos quieran que la empresa triunfe, quizá de diferentes maneras, pero seguro que buscan el éxito. Con lo cual, decía, el camino para avanzar era la confianza en el otro. En una pareja esto es más o menos sencillo. Quizá para algunas esté más desarrollado que para otras, pero los mínimos son mucho mayores que los que puedas tener para con tus compañeros de trabajo. Por eso es importante dar espacio al "trabajo" de conocer y darse a conocer a los demás.
Puedes hacerlo de diferentes maneras, aunque te recomiendo que utilices tiempo y espacio específicos para ello. Cuando hay confianza es más fácil que ésta crezca en entornos relajados como el rato del café o una comida, pero para empezar a mostrarse vulnerables, es mejor un espacio creado a propósito, seguro y sostenido.
Te muestro algunas dinámicas que yo utilizo en empresas para que las personas de un equipo o de un departamento se visualicen y se conozcan más allá de sus contactos diarios en el espacio de trabajo, y en relación al mismo.
1. Explorar en conjunto (entre todos) lo esencial que te gustaría conocer de una persona si fueras a compartir un par de días con ella. Dónde ha nacido, si tiene pareja, hijos. Cuál es su formación académica, cuáles sus aficiones, sus libros o música favorita. Qué le gusta de su trabajo. Podéis acordar una serie de preguntas a responder y luego ponerlas en común. Este compartir empatiza con los demás, y os acerca a la parte más humana de cada uno.
2. Propón realizar algún test que os de información de cómo cada persona se maneja en los ambientes profesionales o personales, uno de esos que encuadran a cada uno en un espacio. No es que me gusten mucho este tipo de etiquetas, pero sirven a las personas de un equipo o departamento para ver cuáles son sus iguales y cuáles sus diferentes, y sobre todo para ver que en la variedad está la riqueza y la fuerza de un equipo competitivo. Yo he utilizado en algunas ocasiones el test sobre los estilos de aprendizaje de Kolb, y como te digo, me ha servido para que el equipo vea su variedad, su riqueza y su gran potencial.
3. Escribid entre todos una lista de las características principales que pueden tener las personas que forman parte del equipo, tanto profesionales como personales. Escribídlas en diferentes tarjetas y anima a cada uno a que reparta esas características entre los diferentes compañeros de equipo. Cada uno verá que sus compañeros le han asignado habilidades de las que quizá no sea consciente. Es una manera de que el equipo siga completando su mirada sobre los demás.
Un equipo tiene que conformarse como un espacio donde todos los participantes son iguales, independientemente de su rol o cargo en la empresa. Y desde esa igualdad es desde donde encontraréis la fuerza para mostraros los unos a los otros, y para empezar a confiar.
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