Yo viví este proceso (relevo generacional) y tomé la gerencia que mi padre dejaba... Así terminaba el post anterior, donde hablaba de las dificultades que encuentran las empresas familiares y más en concreto sus gerentes, para legar la empresa a sus hijos. Hoy me gustaría acercar parte de mi experiencia a este espacio, parte de lo que viví en aquel momento, hace unos 22 años.
Mi padre me dijo durante mucho tiempo que quería que yo fuera la gerente de su empresa (la empresa era también de otros tres socios) cuando él se jubilara. A mí me parecía una buena idea eso de ser quien "manda", y no tener a nadie por encima que me dijera lo que tenía que hacer. Tenía esa imagen ingenua en mi cabeza, que obedecía más a lo que había visto en las películas que a la realidad de una pequeña empresa. Con esa inocencia dije que sí, porque desde pequeña había visto a mi padre "ser el jefe" y me parecía que podía replicar, e incluso mejorar, lo que él hacía. Esta es la ceguera, la valentía y también la falta de humildad típica de la juventud. Yo en mi caso, creía que sabía más que mi predecesor en el puesto, porque había estudiado en la universidad y me había empezado a formar en temas de liderazgo. Aún con esa fuerza presente en mi cabeza, no me lo acababa de creer, no terminaba de creer que fuera buena para dirigir una empresa. Ese fue el primer obstáculo al que tuve que enfrentarme; no a que los demás me validaran como su superior siendo "la hija del jefe"; no a que los demás me vieran con el talento suficiente como para ser un buen técnico y un buen gerente. Yo misma fue quien se puso el primer freno en forma de pensamiento limitante, que me hacía preguntarme quién era yo para estar dirigiendo una empresa.
Este obstáculo es el que me fue acompañando durante todo el proceso de sucesión, y que siguió conmigo hasta el día en que la empresa cerró y yo salí por la puerta. Muchos lo llamamos el síndrome del impostor, esa sensación de que estás en un lugar determinado por una carambola probabilística y no por virtudes y capacidades propias. En mi caso esta creencia fue clave para que la sucesión se desarrollase tal y como fue, algo inacabado y a veces doloroso, y mi paso por la gerencia de la empresa fuera para terminar cerrándola. Obviamente durante 6 años la empresa funcionó bajo mi gerencia, pero no de la manera en la que yo había imaginado.
Mi padre a pesar de estar jubilado, seguía yendo a ayudar a la empresa. Seguía teniendo la misma mesa, la misma silla, el mismo teléfono. La mayoría de las personas le seguían consultando, seguían poniendo en él la mayoría de las decisiones. Yo lo veía y me decía que era un proceso y que no me importaba que fuera así. La realidad no era muy incómoda para mí, puesto que fui capaz de mantenerla así durante 6 años. Las personas solemos acostumbrarnos a la incomodidad si esta nos permite continuar en nuestra zona de confort.
Así que allí estaba yo, ostentando el título de gerente y dejando a mi padre ejercerlo. Mi padre por su parte (no lo he hablado con él pero imagino que fue así), veía que yo estaba demasiado relajada para la gerencia que se necesitaba en la empresa, así que decidía ejercerla él hasta ver que yo estaba más segura. En concreto, se juntaba el hambre con las ganas de comer. Esto fue lo que vivimos en estos años, un predecesor que no se va sumado a un sucesor que no termina de llegar.
Esto es el resumen, pero esta dinámica se alimenta de un montón de entornos, personas, acciones conscientes e inconscientes, etc... La mayoría las vemos y las aceptamos pensando que serán temporales. Otras, como digo, son inconscientes, y tienen que ver con nuestros límites mentales a lo que creemos que podemos o no hacer. Pero con el tiempo esta "bolita" se hace gigante, esto que nos limita se vuelve un elefante en una habitación, algo totalmente perceptible y real. Se vuelve un bucle imposible de deshacer y todo el sistema se acomoda a la nueva situación, aunque sea realmente incómoda... pero eso solo se ve desde fuera o cuando miras a la situación ya pasada desde el presente.
Así que ahora soy capaz de mirar hacia el pasado desde mi presente, y ver cómo esta experiencia propia me ayuda a mirar el relevo generacional desde muchos ángulos que antes no tenía en cuenta; me ayuda a acompañar a los clientes que están en esta misma situación, sean predecesores o sucesores; me ayuda a aportar calma y paciencia en los procesos de relevo, a aceptar sus fases y sus dificultades; y me ayuda a confiar en las personas que quieren, aunque parezca que ahora no pueden.