Hoy vuelvo con un tema del que ya hablé en el blog, la postergación. Es un tema personal, y que me trae de cabeza constantemente, puesto que la vida últimamente me está poniendo en situaciones en las que tengo que decidir cosas, y tomar decisiones para alguien a quien le cuesta ponerse en acción, es un reto continuo.
Una terapeuta a la que conozco siempre dice que detrás de casi todo lo que sentimos y que nos produce dolor, inquietud, o que nos genera un conflicto, existe un miedo a algo. Cuando consigues llegar a la raíz de ese miedo, cuando consigues ponerle cara y enfrentarlo, es cuando tienes las herramientas para manejarlo y poder cambiar.
Y este es el paso que he dado con respecto a la postergación. He reconocido en mí el miedo al rechazo. Y es por esa razón por la que tiendo a trasladar las acciones de un día para otro, para evitar exponerme y sentirme rechazada.
El miedo es una emoción que nos pone alerta para que nos cuidemos. Nos dice que algo puede ir mal y nos previene para que podamos tomar medidas contra ello. Los expertos dicen que el miedo es una emoción que les servía a nuestros antepasados para huir de los peligros de la vida en la naturaleza. El tema es que nosotros prácticamente no vivimos en la naturaleza, y no tenemos que huir de ningún peligro similar al que se les podía presentar a nuestros antepasados. Pero como nuestras células tienen mucha memoria, los seres humanos seguimos viviendo el miedo de esa forma.
Además, el miedo, a lo largo de nuestra vida, se vuelve más sofisticado, toma formas diferentes en nuestra mente y nos atrapa o bloquea para que nos cuidemos en exceso. Nos invita a seguir en nuestra zona de confort, aquella en la que conocemos al dedillo lo que va a suceder. El problema es que no siempre podemos estar en esta zona tan cómoda. La vida nos pone en aprietos una y otra vez, para que avancemos, para que crezcamos. Y nuestra mente cuidadora, nos pone al miedo como si fuera un protector contra la vida. Es como una lucha constante, dos extremos, dos pulsaciones que se dan constantemente, la vida nos muestra por donde ir, y el miedo nos impide caminar.
En mi caso, tal como te contaba al principio, la vida me pide que haga cosas y el miedo me dice que postergue. Y esa es la capa sofisticada de este miedo, que se pone en forma de postergación, pereza, e incluso desgana. Pero la esencia de este miedo es a mostrarme a los demás, a mostrar lo que hago, lo que digo, lo que soy, y a que me rechacen, a que me digan que no les gusta, que no les gusto, que no sirvo. Y la consecuencia es que postergo. Ese es el patrón que sigo con la postergación.
Y ahora que lo sé, y que soy consciente de cuando llega, mi trabajo es poco a poco liberarme de la presión de hacer las cosas como a otros les gustaría, y mostrarme con lo que soy en este momento. En mi trabajo como coach, pongo a tu disposición mi manera de hacer, mis creencias, mi experiencia y mi esencia. Pueden servirte o puede que no. Esa es tu decisión. Y cuando entiendo que esto es así y que yo solo puedo darte lo que soy en este momento, el miedo a mostrarme y a ser rechazada se esfuma.
Te invito con esta reflexión a que busques aquello que te da miedo, que profundices en cuando aparece, en qué situaciones, qué es lo que ocurre cuando llega, cuál es tu estrategia para que desaparezca y cómo te sientes en todo el proceso.
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